¿Qué haces aquí? te dije, asombrada y con una sonrisa de oreja a oreja. ¿Qué haces aquí tú? Y no dijiste nada, solo susurraste un “volví”. Regresé a tu mente, así de frente, quiero seguir aquí.
Volviste y no lo pude creer, mi mente ya se había acostumbrado a no pensar en tu existencia, perdía las esperanzas de volver a escribir por ti, la imaginación ocupaba tu lugar, las historias ajenas, las risas, las penas, pero volviste, no lo puedo creer, estás aquí en mi mente, estás presente, te siento y mi teclado también, se alegra de que hayas vuelto, porque tú me dabas ideas frescas, me ayudabas a seguir, ahora escribo y escribo y agradezco al cielo, y veo a la luna y soy más que feliz.
Eres tú, eres tú, no puedo dejar de pensarte, no cabe en mi ser tanta alegría, aunque es tiempo de duelo, el solo hecho de saber que me acompañarás en el camino, que me llenarás de esperanzas, de ideas, de fuerzas, de creatividad, descanso en Dios y sonrío, te sigo viendo en mi mente, ahí presente, sentado, luego de caminar y divagar por otras mentes, luego de haberte tenido ausente, de olvidarme de tu existencia, ahora regresas, y me ayudas a escribir como antes, como siempre lo hacíamos juntos, ahora sí no me quejo. Regresaste inspiración.
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