Oscuras miradas que reflejan el alma de quien dijo alguna vez que todo estaría bien. Que los episodios de la vida serían todos color rosa, inocentes, puros y verdaderos, siempre buenos e intensos. No es real, es puro cuento.
Palabras que calaron hondo en esa otra alma que pensó, talvez en mirar un poco más allá y dedicarse a otras cosas, arriesgando sin problemas su ser, porque tenía en mente salir siempre airosa, vivir por encima de los natural, sostenida por el invisible e invencible. Una idea irresistible.
Pero esas miradas han dicho más que todo, que es nada y que no vale para nada. Porque eso es lo que siente cada vez que está a su lado, en medio de un frío inmenso. Es tan lejano que parece como si fuera hace años, pero fue ayer tan solo, que en medio de un vacío, su corazón herido lanzó esas miradas. Oscuras y muy hondas, profundas desde el epicentro de ese corazón rasgado, odiándole como si hubiera sido la protagonista de su propio infierno, como si todo lo que alguna vez le dijo, se esfumó. Y una risa medio torcida que indicaba que ya nada importaba, que así es la vida, alguien pierda, alguien gana. El país de los vivos, la nación de los indolentes, de las fuerzas que se juntan solo para hacer el mal. Con esas ganas de decir que no existe la soledad.
Pero es todo lo que tiene, solo oscuras miradas, es lo único que puede hacer. Nada detendrá el camino de una caminante sin destino, que vara por los lares de la época que le ha tocado vivir, siendo testigo y antagonista de historias que acaban de prisa. Que ya no le gusta su risa, que es simple, fea, enfermiza. No tiene idea de cuánto vale, no tiene idea de lo que es. Nunca lo tendrá por más que se lo digan y repitan mil veces. El asunto no se soluciona así. El asunto es que se convenza de que es así, creerlo desde adentro, desde las fibras más anchas de su ser. Pero es puro cuento. Solo inventos que se esconden bajo esas oscuras miradas que le lanzan una y otra vez. Como para que se de cuenta que está presente, que es feliz. Que lo tiene todo y que aquellos episodios color rosa, inocentes, puros, verdaderos, siempre buenos son reales en su vida. Una vida que se acaba con tan solo decir achís.
La fragilidad en carne viva. Los sentimientos que nunca llegaron a su mente, el pasado que se mezcla con su presente. Las historias de las personas más cercanas a su vida que no le supieron inventar el final. Solo se dejaron llevar, arrastrados por el camino, juntos sin razones ni motivos, pero que no comprendieron porqué acabaron tan mal. Y ahora todas esas monstruosas cosas salen a la luz. Y no tiene miedo de lanzar esas oscuras miradas, de esos ojos tan raros, tan decentes, que no dañaban a nadie pero que ahora penetran fácilmente a cualquier persona, y les destruye todo lo que alguna vez.
Oscuras miradas que pronto se acaban, a la tercera pasada ya no queda nada. Solo los recuerda para que llore hasta decir que sí, que alguna vez muy en el fondo, en medio de tres episodios que arrasaron con su amor y crearon ese odio, fue feliz.
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