lunes, 11 de julio de 2011

Permanece

Feliz a través de la ventana. Abro los ojos y veo un poco de luz. Son casi las seis de la mañana y afuera hace frío, la noche no quiere irse, se resiste a dejar de ser.
Pierde la jugada.
Las cosas son como deben ser y otro mañana está cerca, el sol comienza a aparecer.
Dulces sueños acumulados de toda la semana, días difíciles con ojos hinchados y pestañas quemadas.
Se trata de sueños que no quieren dejarme despertar.
Te dicen que te quedes cinco minutos más, pero abro los ojos y veo un rayo de luz que me asegura ya es la hora, a levantarse y ser feliz.
Es un nuevo día.
Uno que pronto se acaba, no hay tiempo para desperdiciar.
Y esa sonrisa se congela en el tiempo, pensando todas las actividades que me esperan en el día.
Ya no tengo miedo. No puedo tenerlo más. Es hora de ser valiente y ponerse la armadura.
Es momento de pelear.
La felicidad es efímera, el gozo no.
Dura por siempre y para siempre, se posa una vez en tu corazón y de ahí no se va nunca. Es una nueva era. Etapas que se han ido y que te dejan más experiencia y fuerzas, que te ayudan a admirar la ternura, cada dulce primavera, las razones para amar a todos y confiar en Dios una vez más.
Esa es la clave.
La he descubierto después de mucho, mucho tiempo batallando, de caídas y levantadas, de tristezas y carcajadas. De vivir y filosofar en la rotonda de ese parque a altas horas de la noche sola. Como si fuese un espíritu andante. De pensar en cada micro camino a mis usuales destinos, meditando en medio del ruido, sentada o parada qué importaba pero buscando la solución al acertijo de la duda y la desesperación. Todo este tiempo buscando y ahí estaba la clave.
La clave viene a ser tan simple como segura. Un sello de soldado fiel, que pese a todo y contra todo pronóstico, estando en los momentos cumbres de su vida, en el tope o en el piso, permanece. Sí, la constancia, la perseverancia, la fidelidad, eso es.
Querer tirar la toalla mil veces pero no tirarla, llorar desconsoladamente diciéndole que nunca más volverás a confiar pero confías, porque en todo caso, no estarías hablando con él.
Sin querer queriendo regresas. Porque es imposible hacerlo sin contar con sus palabras en tu mente. Porque lo amas.
Porque no es suerte.
Porque él te atrae como un imán hacia su amor infinito y te asegura con hechos que venció la muerte.
Porque no hay otro camino más seguro que aquel que te ofrece él. Que no hay paz completa sin su amor, que no hay perdón ni sentido perenne cuando estás lejos.
Ya lo conoces. Ya sabes cómo es. Te quiere bien, aprecia tus opiniones y respeta tus decisiones.
Cuando eres niño tu mamá no te deja caminar sin zapatos en momentos de frío profundo. Cuando eres grande ella nada puede hacer. Te lo dijo una y mil veces, pero ahora es tu decisión.
¿Caminarás descalzo o te pondrás los zapatos?
Tu mamá te seguirá amando. Las consecuencias serán diferentes. Pero ahí está. Anhela verte crecer y jamás decaer.
El es igual contigo.
Jamás quisiera verte decaer. Pero te deja elegir.
Así que NO dejes de perseverar, por más que pasen mil cosas en tu vida, buenas, malas, ahí, allá, no importa. El que permanece hasta el fin. ¿Recuerdas? Ese llegará al final, ganará, acabará la carrera.
Permanece.
Permanece en EL y verás que su amor nunca deja de ser.

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