lunes, 31 de enero de 2011

Olas y adiós


Mira cómo se forma, mira cómo te envuelve, veo el agua cristalina, veo la espuma crecer. La cresta está en su esplendor, mi rostro cambia de admiración, la ola es verde azulina, mi anhelo es sumergirme tan solo un segundo y vivir dentro del agua con pasión y dolor.
Me choco la cabeza horripilantemente, es una piedra blanca y bella, la sangre corre por ella, pero mis ojos admiran la piedra. ¡Qué hermosa es! Qué linda la vida bajo el mar, escondiéndome de la superficie, de todos y todas, no quiero ver el cielo jamás.
Un líquido rojo mancha la piedra y poco a poco el agua me eleva, se me va el alma, se me parte el corazón, no quiero salir ni enfrentarme a Dios. Pero miro el cielo y el intenso sol, la gente feliz nadando y jugando, mi cabeza me duele, mi alma también, solo quería perderme mirando aquella piedra, blanca y bella y creerme una sirena, para siempre en mi reino, sin pensar en el ayer.
Pero no era el final de la  historia. Esa ola que alguna vez me sumergió en la gloria, ahora me dio un coscorrón. Ya no era la misma, era su hermana gemela, la miraba impotente, esta vez con más temor, desperté de mi sueño, pensé en salvar mi vida, la realidad me sorprendió. Miro hacia la arena, miro hacia ella, mis amigos no entienden, solo celebran. Sola yo y ella conmigo, mi amiga incondicional, me río.
Solo tengo dos opciones, o sumergirme en aquella ola o decir adiós, tiro la toalla, tiré la tabla, corrí mar adentro, qué pésima surfista soy. No tengo talento, soy sincera, no me miento, pero si nado, nado con fervor, nado con mis cuatro extremidades, nado para salvar mi vida y para no decir adiós.
Pero no llego hacia ella, aunque había sol, la angustia me puso en tinieblas, la corriente cada vez es más fuerte y veo delfines partir, solo nado y nado, mi mente en blanco, mis ojos rojos, mis labios salados, mi cuerpo cansado, solo nado y llego apenas, siento el revolcón, me encuentro con la misma piedra, el líquido rojo desapareció, me dejo llevar y termino postrada en la arena. Me levanto con la frente en alto, miro a mis amigos, nunca nada jamás pasó.
Las olas se fueron, me da tristeza saber que nunca más las volveré a ver. Nunca habrá alguna como aquellas, las dos hermanas gemelas, una que me atrajo a la muerte, otra que me dio fuerzas para luchar por mi vida, una que a quedarme me insistía y otra que de lejos le temía, dos olas que nunca surfeé, que me hicieron perder las ganas. Por eso jamás lo intentaré, porque ya bastante tengo con montarme en la ola de mi vida y meterme cabezazos en piedras reales, blancas y vivas. Ahora molida y llena de arena, solo me río y camino. Y camino hacia mi toalla, la tabla la he perdido, no quiero volver a verla, porque casi pierdo el sentido, me conformo con nadar  y sumergirme en la vida y vivir mi realidad, ya no siento tristeza, ya no quiero volver a verlas. Adiós queridas Olas, adiós.

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