lunes, 31 de enero de 2011

Un equipo, una familia.

La familia es un equipo. Como un equipo de fútbol donde todos juegan para ganar. Todos se ponen la camiseta para obtener la victoria en varios aspectos de la vida, en cada circunstancia difícil, en una crisis. Y cuando obtienen la copa, ¡ay como se alegran unidos!
Somos parte del equipo. Tú eres parte de ese equipo, no importa si le dieron de baja a algún integrante, o si un jugador renunció y firmó contrato en otro, dolerá sí, pero no hay nada que la desintegre.
Mi familia es un equipo. En las buenas y en las malas todos jalamos para el mismo lado, no siempre ha sido así, o al menos no lo veía de esa manera. De adolescente, recuerdo haber luchado en contra de ellos. Joven traidora, rebelde, bandida, me creía la viva, la que tenía la razón. Solo importaba yo y mis sentimientos, y ¿mi mamá? ¡Pues que se aguante! Y mi papá, ¡Que ni se jure la autoridad acá¡ Y mi hermano, ¿qué te crees mi papá? Deshonraba fácilmente, desobedecía al capitán, metía autogoles. Era adolescente y eso me justificaba. Yo lo justificaba. El mundo lo justifica.
“Cuando eres joven puedes hacer lo que sea”, dicen. Equivócate y vive la vida. ¿Y si te caes? Pues te levantas nomás, así de fácil, drogas, sexo, alcohol, no importa, rapidito nomás aprendes, y ni que vengan a decirte nada tus papas ¡ayayay! Porque los saco en una de mi camino. ¡Que no se metan en mis asuntos!
“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra." Efesios 6:1-3
Es que, pensándolo bien, no nos gusta recibir mandatos, órdenes, ultimátums. Mucho menos aceptar que nos equivocamos, y peor, darles la razón a nuestros papás. Nos hierve en la sangre los tediosos reglamentos, castigos y “favores” y a eso se le suma, la “forma” como te lo dicen. Algunos son muy buenos, otros simplemente te tratan como nada.
La familia es un equipo, entonces, ¿Por qué tantos hijos odian a sus padres? ¿Por qué tantos matrimonio se faulean entre sí? ¿Por qué los hermanos no se soportan y los padres abusan de su autoridad? Es un equipo que cada día se está dividiendo, o jugando muy mal, entrenando sin ganas, pateando sin fuerza, pensando en la hora de salir de allí para que empiece la juerga. Parece que ya no lo vemos como un equipo, más bien el equipo se está dividiendo. Dejan entrar chismes, mentiras, engaños, violencia, dejan que otros se infiltren,  los jugadores de los equipos renuncian, lo olvidan, lo descuidan, se desintegran, se odian, cada integrante piensa en sí mismo y no en conjunto, los hijos son menos influidos por sus padres, les han perdido el respeto, porque ustedes padres se han descuidado también, nos dicen que no mintamos pero ustedes mienten, que no digamos malas palabras pero ustedes maldicen. El capitán es el líder, está al mando, tiene que comandar y dar el ejemplo, ¿lo recuerdan?
Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer.  Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer.” Marcos 3:25.

La familia es un equipo, un equipo que se está olvidando de lo más importante: las reglas de juego y el árbitro controlador. Si un equipo desobedece las reglas pues simplemente el partido es un desastre, ¡miren nada más a los equipos nacionales! (mejor no los miren). Pero si los jugadores salen a la cancha con la finalidad de jugar limpio y obedecer las reglas, pues se disfruta tranquilamente de un partido verdadero, la gente admira las huachas, las maniobras, los golazos, las tapadas ¡que tal partidazo! ¡Qué buen jugador! ¡Qué buen equipo! El entrenador se lleva las palmas, el capitán sonríe orgulloso, se entregaron en la cancha, dieron todo de sí.
Que la familia apunte a eso no es fácil, hace falta muchos días de entrenamiento, de práctica, mucho estudio, técnica, y sobretodo conocer y obedecer bien las reglas de juego y el rol de cada jugador. A nosotros como hijos nos toca a obedecer. Independientemente de los padres que tengas, honrarlos y obedecerlos contribuye mucho al equipo, más de lo que puedes imaginar, y te ayuda a formar un carácter íntegro. Obedecerlos cuando tengas y no tengas ganas, honrarlos aunque quieras reventarlos, piensa que tus padres no son superhéroes, son humanos, y se equivocan también. Entre los mil problemas matrimoniales, profesionales, emocionales y espirituales se le suman nuestras travesuras, nuestras palabras hirientes y cortantes, nuestros silencios incómodos, nuestras muecas burlonas, nuestros “déjame en paz”. No importa si ellos no piensan como equipo, tus acciones valdrán mucho, pero mucho más y con ellas puedes construir o derribar.
Ser rebelde no es ser viva. Ser rebelde es no pensar en equipo. Es jugar tus propias reglas sin importarte los demás. Yo conozco muchos vivos y vivas que se las dieron de jugadores estrellas, individualistas a lo Cristiano Ronaldo, con gran potencial, pero que les dieron de baja, les sacaron la roja, las consecuencias de una mala decisión les hicieron perder lo más importante: A su equipo. Fauleados, adoloridos, con odios y rencores, terminan por odiar la vida.
“El necio menosprecia el consejo de su padre; el prudente acepta la corrección” Proverbios 15:5
Pero Dios ya nos dio las pautas, ahora nos deja jugar, quiere que pensemos en conjunto, que ames a tu mancha, que cumplas el rol que te toca hoy, porque tal vez mañana serás el capitán y tendrás que aprender a madurar y a liderar. Pero tranquilo, Él no te deja solo en esa función, Él te entrena y capacita, y tú puedes acudir a ÉL en oración. ¿Por qué no orar por tu familia?, ¿pedirle a Dios que todos jueguen de lo mejor? Porque la familia es un equipo, un equipo que si no lo cuidas ni cumples tú parte, pasa a la segunda división, que si no la proteges y juegas sin pensar en los demás, pues poco a poco la sociedad, el enemigo y el mundo la dañará y eso te dañará.  Y el dolor de esas fauleadas, no se pueden comparar.
“Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca…Mateo 7:24-27


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