miércoles, 3 de agosto de 2011

Gracias Tingo María



Se fue el sol pero el calor humano se quedó en mi mente de por vida. 

Dije adiós al cielo azul, a las nubes de algodón, me despedí de aquellas calles junto a los cerros verdes...

Pero no de las personas que viven en ellas, jamás de los recuerdos que viví en aquel local, en aquella cueva, en los senderos pedregosos, puntiagudos, peligrosos. 

Esos lodos divertidos, la frustración de no llegar a ver caer las aguas cristalinas que nos imaginamos como si fuéramos niños, a escalar por horas sin llegar a algún destino, bajo el sol radiante, en medio de plantas gigantes, bichos hermosos y desconocidos. 

Oh naturaleza, qué bendición conocerte de cerca. Se nota que te creó el creador. 

Me vestí de verde y me fui de rojo, llorando sangre por los ojos, tocándome el corazón, volveré a aquella ciudad limeña, más gris, más sucia, más compleja. Con mucho frío y gente fría, pero sin olvidar el calor de esos días en los que tú nos recibiste con los brazos abiertos, donde nos ahogábamos de tanto cariño, nos sofocábamos de tanto calor. 

Donde nos metimos a ríos y cataratas, o a piscinas olímpicas de la nada, saltando a ojos cerrados, saltando y gritando de tantos metros hacia al agua, riendo de la aventura o pronunciando improperios. 

Donde conocí gente hermosa y un dejo cautivador (de la selva su encanto).

Humildad, pasión y sencillez de corazón. 

Nos hiciste más humanos, nos abriste una esperanza de vivir al límite sin descuidar nuestros sueños de predicar, amar, alabarlo y desconectarnos por un momento de otras cosas. 

Nosotros estamos agradecidos, nos diste más tiempos juntos, pudimos conocernos y convivir cada uno con nuestros amigos, algunos de siempre, otros, aunque nos conocíamos de toda la vida, recién realmente nos conocimos. 

Y nos hiciste convivir con tanto cariño que al llegar al domingo nos sentimos como si se nos fuera la ilusión...

Qué curioso porque horas antes en la noche, el cielo también lloró. 

Lo predijo. 

Sabía que acabaría. 

Pero ese llanto nos sorprendió, es la primera vez para muchos ver llover de esa manera, bañarnos y reírnos, orar al Señor por vidas nuevas, me dio más alegría que cualquier otra razón. 

Y vimos en medio de todo y de cada una de las actividades, la mano poderosa de Dios, como cesó el llanto de los cielos en el momento en que necesitábamos hacer una representación de su amor. En una obra que aprendimos en tres días, no sé cómo, es simplemente la obra de Dios. 

Sirviéndote con niños, con jóvenes o con mis amigos, todo es perfecto cuando estamos Contigo.

Y ahora en Lima me doy cuenta que es genial estar de vuelta y saber que nuestro propósito aquí se refuerza. No hay razones, no hay motivos para no aplicar cada lección aprendida, para no devolver ese calor. 

Ahora es cuándo, justo el clima de Lima lo amerita. 

Se cae el cielo pero nuestro corazón está caliente, ardiendo por Su amor y queremos decirlo, servirle  y vivirlo. 

Cada día. 

Gracias Tingo María. 

Gracias por recordamos que es un privilegio y una bendición ser hijos del único y sabio Dios.

Nuestro Creador.

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